Como parte del protocolo del cónclave, los cardenales deben comprometerse a mantener en secreto todo lo que ocurra durante el proceso.
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El miércoles 7 de mayo, a las 17:00 (hora local del Vaticano), todos los participantes del cónclave deberán firmar un juramento de confidencialidad. Solo podrán estar presentes quienes hayan sido aprobados por el cardenal camarlengo y los tres cardenales asistentes, siguiendo lo estipulado en la Constitución Apostólica Universi Dominici Gregis.
El Vaticano apagará la señal de teléfonos móviles a partir de las 15:00 y se quedará con los celulares de los cardenales para mantener todo en secreto durante el cónclave. Los 133 cardenales que elegirán al nuevo papa estarán incomunicados hasta que se haga la elección. No podrán usar teléfonos, computadoras ni relojes inteligentes, y deberán quedarse en el Vaticano, en lugares como la Casa de Santa Marta. Además, no podrán hablar de lo que pase ni salir del lugar.
Si algún cardenal llegara a revelar lo que se discute durante el cónclave, la pena que enfrenta es la excomunión. Esta grave sanción subraya la seriedad con la que se maneja la confidencialidad en este proceso tan delicado. El cónclave será presidido por el cardenal Pietro Parolin, quien tomará las riendas en ausencia del decano, el cardenal Giovanni Battista Re, de 91 años.
El cónclave se lleva a cabo bajo un estricto juramento de secreto, y cualquier intento de filtración o divulgación de lo que ocurra en esas reuniones cerradas será severamente castigado. Así, el proceso de elección del nuevo papa sigue siendo un evento de profunda reserva, donde la seguridad, el sigilo y la integridad son primordiales para garantizar su legitimidad y la del pontífice electo.
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