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Rostros y números: las desapariciones en México

 Uno menos, así irán cayendo todos 
- Los olvidados 

Apenas a mediados de mayo la cifra superó las 100,000 personas desaparecidas. Eso considerando que sólo son aquellos a quienes han reportado. Sus rostros se difuminan cuando ponemos todos sus rostros juntos. De sus miradas sólo nos quedan masas de papel que piden a gritos: ¡Ayuda! 
    En esta sociedad de masas serán siempre anónimos los vivos como los muertos. Los únicos visibles siempre serán los números. Las que tomarán la palabra serán las cifras y ellas, tan ruidosas como inútiles sin nombre, no saben agonizar para que las escuchen. 
    Si no eres alguien más entre el montón de cuerpos sin rostro, te conviertes en un maniquí mediático. Hacen exhibir el último retrato por todas partes, no para buscarlos, sino para decir: he aquí mi nuevo rostro. Su destino es ser instrumento de la clase dominante. 
    Es bien sabido que del ausente todo juicio es válido, total que no está para defenderse de cualquier acusación. 
    Dice el famoso dicho que aquello que se opone al amor no es el odio, sino la apatía. Porque, con apatía, casos como la desaparición de un activista social (Mijis, Samir...) no son trascendentes, ¿no algo así debería encender las llamas de una revuelta social, más allá de una nota en el noticiero? 
    Con apatía, casos como la desaparición de un activista ambiental (Homero, Vicente, Irma, …) se quedan en un ni modo, ¿no algo así debería alentar a tomar su lucha como la propia? 
    Con apatía, casos como la desaparición de personas como nosotros (Debanhi, Irving, Yolanda, Jesús, Jessica, Alberto) se quedan en una simple tendencia donde cientos de personas comparten su foto, y algunos incluso justificando su desaparición, ¿no debería algo así dar a luz la reflexión de un podría ser perfectamente yo? 
    Con apatía, casos como la desaparición de 43 estudiantes normalistas (Benjamín, Marcial, Israel, José, Abelardo, Abel, Leonel, Adán, Christian, Jorge, Bernardo, Luis, Antonio, Alexander, Carlos, Carlos, César, Christian, Cutberto, Doriam, Jorge, Emiliano, Everardo, Felipe, Giovanni, Israel, Jesús, Jhosivanni, Jonás, Jorge, Jorge, José, José, José, Julio, Luis, Magdaleno, Marco, Martin, Mauricio, Miguel, Miguel, Saúl) se queda como un elemento más en un juego retórico de políticos buscando abatir a sus contrincantes, ¿no algo así no debería hacernos preguntar, si desaparecen a los futuros maestros quién nos enseñará a luchar?
    El sistema nos ha querido convencernos que hay que rendirnos, que nuestros hermanos han muerto y hemos de enterrar a nuestros muertos. Pero nosotros sabemos que ni los muertos estarán a salvo del enemigo cuando venza. Y ese enemigo no ha dejado de vencer. 
    Hay que tener claro: La ausencia se nos aparecerá para darnos su alma, la presencia desaparecerá dejando su fuerza. Nuestros hermanos se han quedado dormidos, pero ahora iremos a despertarlos. Nuestros hermanos no han muerto, sólo están desaparecidos en la lucha, ellos aparecerán para guiarnos, nuestra única labor será buscarlos. Nuestros hermanos han de darnos la chispa que encienda la vela en la oscura noche, en la cual hemos de encontrarlos. Pero, ¿por qué buscan entre los muertos al que está vivo? Nuestros hermanos vencerán cuando en sus causas luchemos. Y si en ella morimos, moriremos como soles: despidiendo luz

Ai Weiwei - MUAC


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