Kevin Talancón.
Revisamos las primeras escenas, Roberto sube el
volumen y encuadra la pantalla, ya casi dan las 10 de la noche, entre la oscuridad me dice
<<no mames mijo, se ve bien chida>>, hay un funeral, no sé quién se
murió, estamos viendo la película antes que todo el mundo, pero sin ver nada. <<Ya
vámonos, güey. Me da miedo estar acá arriba>>, me menciona, así que
bajamos.
Bajamos las escaleras, hoy todos traemos otros
tenis que no son los del trabajo, vamos a estar mucho tiempo parados. Ya hay
gente en el lobby, no les prestamos atención, sólo están ahí esperando a la
media noche. Me meto detrás del mostrador, acomodo el producto.
Hay gente en la
fila. Los hago pasar. << ¿Qué combos tienes y cuál es su precio?>>
me pregunta el extraño de lentes y aretes oscuros en ambas orejas. <<Pues
ahí están arriba>>, le digo mientras volteo a ver lo antes mencionado. No
hay nada. Me quedo buscando los precios, <<ah, no, no están>> le
digo, busco los precios en la computadora, lo despacho.
Voy para la cocina, <<hay que arreglar
los precios, porque en el sistema se movieron todos y son diferentes a los de
exhibición>> me dice Karlo que sostiene una tablilla con muchos números.
Encuentro a Rebeca. <<De verdad nadie dimensiona lo que va a pasar, nada
de lo que hemos pasado se compara a lo que se viene>> me dice mientras
acomoda uno a uno los nachos en la bandeja.
Salgo, sólo ando vagando antes de la media
noche. Ya son las 11. Hay personas en la fila, todos en la dulcería nos ponemos
en nuestro punto de venta. Hacemos pasar a los clientes; saludas, escuchas,
preguntas, despachas, despides. Sigues el protocolo con todos y cada uno.
Un desmadre organizado se ve desde afuera, la
fila se empieza a formar, la gente empieza a llegar, te paras de puntas para
ver hasta atrás y por las escaleras siguen llegando más y más.
Aún los ánimos están por encima de lo previsto,
vuelves a saludar, tus pasos se dan con vehemencia, apenas tus primeras órdenes
y este fin de semana oficialmente ha comenzado.
Cinépolis esa noche tuvo una afluencia de 1896
personas, llenando casi todas las ocho salas disponibles, la que menos gente
reunió fue la función a las 03:30 horas que tuvo apenas 112 personas, comparado
a la que más tuvo que fue la función a las 12:00 con 343 personas, sólo
faltantes dos para el lleno absoluto.
Entre transacciones hablo con Rebeca << ¿Entonces
sí nos vamos a quedar a ver la película?>> Le pregunto, <<pues yo
sí me voy a quedar>> me responde mientras me da la pala para servir las
palomas, <<es que chale, yo tengo escuela mañana>>, respondo
mientras sirvo la mitad mantequilla, la mitad caramelo.
Ya casi las 3 de la mañana, los clientes aún
llegan con mucho ánimo, saludan con una sonrisa, están emocionados, lo puedo
sentir, les entrego, y continuamos. Hay que poner cargas, hay que poner
salchichas, hay que revisar los jarabes, hay que poner, poner, poner…
Se acabó el jarabe de Coca, ya salía transparente,
voy a cambiarlo. Me hinco, le doy la vuelta a la tapa, me detengo, escucho
silencio, silencio en el ruido, no escucho los gritos y chiflidos, no escucho
la Radio en el cine, no escucho mi corazón acelerado, sólo escucho mis
pensamientos vacíos; recordando qué debo entregar, pero sin ir más allá, sólo escucho
la canción pegajosa que oí en la mañana, sólo escucho ruido.
Salgo otra vez mis compañeros siguen con esa
danza para preparar las órdenes, volteo a Cinecafé, todos contribuyen a este
coro de murmullos. Se ayudan, Diana me mira, <<qué pasó,
prepotente>>, me dice y continúa haciendo su frappé. Vuelvo a la
dulcería.
Los Vengadores están a punto de superar a Avatar
como la película más taquillera de toda la historia con 2 715 006 344 de mdd
recaudados en todo el mundo, mientras que Avatar cuenta con 2 787 965 087 mdd,
al momento de escribir esta crónica.
Acabamos, son las 4:30 de la mañana, todavía
nos falta limpiar, nos dividimos las tareas, nos hacen corte de producto y de
dinero, salimos en ceros, continuamos limpiando. Acabamos a las 5:30, nos
dirigimos a la sala 2, ahora nos tocaba a nosotros ver la película.
Nos sentamos Roberto, Luis, Rebeca y yo. Rebeca
trae puesta su pijama, Roberto llega con un par de cobijas, nos tapamos. Es la
sala para nosotros solos, nos quitamos los zapatos, se apagan las luces. Parpadeo,
parpadeo largo, parpadeos profundos, me estoy quedando dormido a media película.
Siento el calor de las cobijas, el cansancio te gana, parpadeas.
Despierto, sólo pasaron 20 minutos, aún
entiendo lo que pasa, miro a Luis a mi derecha, está dormido, Rebeca a mi
izquierda está acorrucada con las cobijas, seguimos con la película. Falta
media hora para terminar y vienen por Luis, ya son las 8 de la mañana y ya hay
personas formándose, hay que habilitar. Se sale sin ver la batalla final,
después Rebeca y Roberto hacen lo mismo, salen, quedo solo viendo el final.
Salgo de la película camino en contraflujo a
las personas que van llegando, ellos corren, yo camino, salgo de la plaza, me
dejaron ir a bañarme. Miro el sol, el sol que nace desde la esquina del mundo y
que no veía desde ayer, subo a la combi, en Facebook ya están los memes de lo
que pasó en la película. Llego a mi casa, ya no quiero regresar.
Salgo de casa otra vez, miro a mi alrededor, voy
al cine. Llego, me pongo el uniforme. Me pongo en el mostrador, me dan mi
fondo, ahí están los calendarios aztecas mirándome otra vez, miro para arriba,
los tragaluces no me dejan ver qué nos espera para hoy.
El día viernes Cinépolis registró una entrada
de 3932 personas en donde 3835 fueron para ver End Game, la sala con más gente
tuvo 323 personas, faltando 22 para el lleno.
Las 3 de la tarde, miro miles de rostros, no
recuerdo a nadie. Tenemos tanta interacción humana, tenemos tantas pláticas,
pero son pláticas vacías, sólo te dicen qué quieren llevar, no te llevas nada, es
como si te llenas de refresco en una fiesta, no te aporta nada.
<<No hay pago con tarjeta>>, nos
avisa Flavio, nuestro supervisor. Rebeca le dice a su cliente y éste se enoja,
le pide su nombre, llaman a Flavio, no es nuestra culpa, se enojan, nos amenazan,
Rebeca me mira, me sonríe, corto el ticket y paso al siguiente.
Sobra la gente en el lobby, no sabes cuál es la
fila que quiere llegar contigo, tus pasos comienzan a pesar, no hay charolas a
menos que se lleven cuatro productos, la gente se enoja <<yo también
valgo lo mismo que los demás clientes>> alega un hombre calvo y de baja
estatura, <<éticamente sí, por los productos no>> -pienso-, igual
le doy la charola.
20 minutos de receso, me voy al cuarto de
empleados, un agua con Tang se introduce en tu boca seca y tu voz rasposa, una
torta de jamón calma tu hambre, y el suelo frío tranquiliza tus talones
cansados, descansas, esos 20 minutos se van rápido, el tiempo se va rápido,
<<me pagan por el tiempo que hago aquí, me pagan por un pedacito de mi
vida que ya no vuelve>> -pienso-, vuelvo a morder la torta.
Salgo otra vez, me quedo sin cambio, <<
¿no tendrá diez y le devuelvo 50?>> le pregunto a un joven con pantalones
bombachos y tatuajes en las manos, <<No, no tengo mi hermano, pero
quédatelos>>, me menciona, toma su ticket y se va. Me quedo parado,
pensando. Antes de decirle gracias, pasa una familia y me tapa la vista.
Pasan las horas, las 8 de la noche, presiono el
botón gris sale el queso caliente, <<no mames, hay un chingo de
gente>>, me menciona un sujeto de lentes oscuros, no hubiera encontrado
una mejor definición para el número de personas para presenciar este fenómeno,
-pienso-, <<esto no pasaba en Drake y Josh>>, me dice Mariano
esperando a que desocupe la quesera, <<En Drake y Josh hasta tenía tiempo
de ligar y a mí nadie me confiesa su amor, güey>> le respondo, me quito,
escojo los nachos.
Llega un hombre, me saluda con una sonrisa,
elige su combo, comienzo a poner la orden, voy de un lado a otro <<oye,
¿todavía te puedo cambiar la orden?>>, me dice, <<sí>>,
respondo y me acerco a la computadora a hacer los cambios. <<Perdón si te
hago perder el tiempo>> me dice. Tiempo, tiempo, tiempo es lo que
necesitamos, tiempo, el tiempo lleva prisa porque ya va a empezar la función.
<<No se preocupe>>, respondo y pongo hielos en el vaso.
10 de la noche, la fila no baja, ya llevaba más
de 150 transacciones, jamás había hecho tantas. Me detengo, miro a Rebeca, sus
ojos chispeaban en su cara pálida, sueño, tiene sueño, está cansada, estamos
cansados, llevamos más de 12 horas. Le sonrío, me devuelve la sonrisa, es corta
y cansada. El trabajo se hace más llevadero por las personas que conoces aquí…
<<oye amigo, ¿si te apuras? Mi función ya va a empezar>> me dice
una mujer alta con una nariz ganchuda. Vuelvo a correr.
Giro la cabeza, un grupo de hombres salen de
ver la película, caminan hacia la salida, no se percatan que seguimos aquí, nosotros
no nos hemos ido, seguimos aquí estando y sobrando, seguimos aquí y mañana
seguiremos aquí.
Nuestro pantalón color caqui está sucio, los
tenis salpicados del polvo para preparar las palomitas sabor cheddar, no puedes
detenerte. Bajo la carga de palomitas de caramelo y salpican, se incrustan en
mi codo, me quema, voy al lavamanos, me quedo mirando, mi codo está rojo, le
rocío agua y me quedo estático, pensando.
Vuelves a pensar, piensas en la inmensidad que
vive por ti, piensas en la luna que está allá afuera y no puedes ver, piensas
en tus amigos, piensas en la escuela y las tareas que tienes, piensas, piensas,
después de tanto rato, miro mi codo, sigue rojo, me arde. A veces somos culeros
con las personas que trabajan en lugares así, somos groseros y pedantes, pero
ellos también sienten. -Pienso-.
11:45 los últimos clientes están siendo
despachados, me quito la gorra, me paro junto a Rebeca, platicamos, ella
comienza a lavar los trastes, me recargo en el lavadero, <<yo creo que ya
no pasan las combis para mi casa>> le digo, hablamos, reímos. Suspiro,
pues aún nos faltaba sábado y domingo y no sabíamos que habría más gente…
1 Comentarios
Buenisima mi buen Tala
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