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Radiocontrol | Ajkunom

Pero cada noche durante una o dos horas
desaparecía de este mundo
cada noche un poco feliz
mi oreja pegada al receptor del mundo

- Rammstein

La invención de la radio fue uno de esos acontecimientos especiales en la historia humana, puesto su aparición supuso un cambio en el paradigma de la comunicación. Parecía posible ya no sólo contactar con ideas desde otro punto tan distante, como lo permitían ya los libros y periódicos, sino la instantaneidad con ellas. A un click de distancia ha sido el lema desde la llegada de esa instantaneidad. Es bien sabido que los aparatos y dispositivos de telecomunicaciones, como la T.V y el internet, basan sus operaciones en el formato radiofónico, tanto en su tecnología como en la forma en la cual se presentan. 
    Es en esta forma de presentación donde todos sus beneficios se desvirtuan, pasando como elementos justificadores, pero terminando por jamás presentarse; siendo aquello que toma su lugar otro totalmente distinto. Me refiero, pues, a que los efectos que tiene la radio sobre sus oyentes es que a estos los incapacita, quitándoles facultades como la atención. 
    De esta forma, uno de los inventos que prometían ser uno de los instrumentos por el cual la población en general tendría la oportunidad de democratizar el contenido al cual tenían acceso se convierte en justo lo contrario: es el método de escucha de la radio el que establece la pasividad de sus escuchas, funcionando, en última instancia, como instrumento enajenante al servicio de los intereses de la clase dominante, quizá no de manera consiente, pero sí efectiva.
    No me mal entienda, no quiero decir que la radio sea en sí misma la causante de todos los males, o que en su uso esté inherente la incapacitación del oyente; sino que es, en la manera en cómo se ha establecido y estandarizado la programación radiofónica, donde aquello que ha servido como instrumento de rebeldías (el pronunciamiento de la declaración de la selva lacandona, por ejemplo) se pervierte en un método más de alienación.
    Theodor W. Adorno se había percatado de esto, y señalaba que no importaba el contenido expuesto si permanecían las mismas formas de escucha, y de establecimiento de esa manera de escucha. Por lo que poco importa si todas las radios transmitieran música elevada culturalmente, en lugar de la música ligera, mientras el oyente se acercase de la misma forma a una como a otra, éstas no llegarían a ser nada más que ruido de fondo que no dice nada si el oyente se mantiene en esa forma de escucha inauténtica.
    Para Adorno, la mejor forma que un oyente tiene para acercarse a una obra de arte es una escucha atenta (estructurante), mientras que aquella que no lo es, es inauténtica. Para él, así como para Huxley, el verdadero sometimiento ideológico no es la opresión de facto, donde un Estado totalitario y fascista hace uso de sus fuerzas militares para coartar las libertades de sus ciudadanos poniéndoles amenazantemente rifles a sus caras si no obedecen a sus intereses: el método del Estado para Peirce, o el castigo o sumisión de los cuerpos para Foucault; sino que es por medio de la desatención que una ideología se establece y pretende permanecer, dice Adorno en crítica cultural y sociedad: "no importan tanto los específicos contenidos ideológicos cuanto la presencia de algo, sea lo que sea, que sirva para rellenar el vacío de la conciencia expropiada y distraiga la atención para que no se descubra el patente secreto".
    Pero para lograr esa distracción y rellenar el vacío de la conciencia, es necesario convertir la información en un mero ruido, dando la ilusión, al espectador, de estar informándose, cuando lo que se obtiene no es más que una mera sensación: un placebo para la conciencia. Para Huxley, el problema de un mundo feliz no es que no haya libros o una alta censura, sino que no habrá quien quiera leer. Para Ortega, no sólo es que no haya lectores, sino que estos serán imposibilitados a la investigación porque la sobreproducción de libros y contenido hacía imposible discernir entre el contenido que ofrece algo singular de aquel que sólo reproduce.  
    En palabras de Ernesto Castro, para Adorno "la música industrial y la música ligera han empozado las capacidades de escucha del oyente, hasta tal punto que éste tan sólo es capaz de reconocer y de entender los guiones más simples, (...) en el momento en que la relación de los oyentes con la música es la que establece, justamente, la radio; en la que uno está escuchando música 24 hrs. al día, nuestra capacidad de atención, nuestra capacidad de aproximarnos a las obras de arte genuinas musicales, se fragmenta y se fractura".
   Esta fragmentación de las capacidades de la atención nos la muestra en 4 tipos de oyentes inauténticos, a saber: el consumidor cultural, el oyente emocional, el resentido, y el entretenido. 
    El primero, es aquel que sólo acude a las obras como una forma de obtener status, que pretende asistir a las presentaciones o de obtener obras que lo validen socialmente, como si , a le manera en que dice Ernesto Castro, las obras de arte fueran "un producto para ser ostentado y expuesto detrás de una vitrina". El consumidor cultural se relaciona a través, principalmente, del artista, dejando de lado la obra en sí misma y abrazándola únicamente por su productor. Sería éste el tipo de oyente que solemos calificar de fanático, quien sólo sigue determinadas obras porque fue producido por un determinado autor. A su vez, éste sólo busca encontrar en las obras los grandes momentos: determinada frase en un libro, una escena famosa en una película, un fragmento de una obra musical (como la cabalgata de las valquirias). 
    El segundo tipo de oyente es aquel que sólo se relaciona con la música a través de las emociones y sentimientos que ésta pueda producirle. Es decir, no busca otra cosa que la sensación. Sería este tipo de oyente el que sólo escucha música que le produzca una sensación dada, podemos encontrarlo, por ejemplo, en aquellos que al ir a un entrenamiento reproducen una serie de canciones que le produzcan una sensación de ánimo. 
    El tercero, el resentido, es aquel que se relaciona con las obras de arte pasadas por su simple carácter de pasado. En palabras de Ernesto Castro: "el resentido es aquel que tan sólo es capaz de apreciar el pasado frente al presente, el resentido paradigmático sería ese comentarista anónimo, pseudónimo en youtube que, ante una canción de (...) alguna canción de rock de los años 70's u 80's, dice: ya no se hace música en el presente. El típico que coge la lista de los premiados y los MTV's del año 89 y los compara con los presente y dice: es que en época estaba Guns and Roses, Nirvana, no sé qué, y ahora está Ariana Grande. Entonces, ese oyente según el cual, todo el pasado fue mejor, pero por el puro hecho de que fue pasado, y que hubiera hecho la comparativa: ahora está nirvana y en época estaban los Beatles". Además, este busca la reconstrucción historicista, tratando de que toda obra pasada sea interpretada tal cual fue en el pasado, no admitiendo o rechazando cualquier variación que esta presente, no porque sea un elemento central de la obra y que por ello no pueda alcanzar todas las intenciones del autor, sino por el puro hecho de reconstruir el pasado. 
    El cuarto es el oyente entretenido, éste "debe comprenderse por analogía con el fumador, es decir, es - dice, Castro- aquel oyente que escucha música no tanto por el placer sustantivo que le produce, sino, más bien, por la forma que tiene de aplacar un sufrimiento, un malestar previo". Es este, el que, al no poder lidiar con el silencio que se produciría al apagar la radio o pagar el reproductor, sigue consumiendo a modo de tener algún tipo de ruido de fondo. 
    Más allá de la Radio, como hemos dicho, las diferentes tecnologías de comunicación como el internet se han establecido no sólo con base a las tecnologías de la radio, sino también en su modus operandi, pues qué es facebook o instagram, sino un modo de pasividad de su consumidor que hacen de su usuario uno de los cuatro oyentes inauténticos. Es, de hecho, tik tok, el ejemplo mayor de ello, donde su fabricación está explícitamente hecha para hacer del usuario un adicto y, en última instancia, un oyente entretenido, por lo cual le entreguen el mayor tiempo posible a la plataforma. Es, además, como decía Ortega, una tarea casi imposible para los usuarios encontrar y discernir entre el contenido singular del reproducido, pues el algoritmo se encarga de darle al usuario los mismos contenidos según sus preferencias, inhabilitándolo para conocer contenido diferente. 
    No es sorpresa que Deleuze escribiera ya tendencias como esa, donde la esclavitud y el control es eterno, donde ya no es un poder fáctico, sino pasivo, ejercido en mayor parte por el usuario mismo. Dice Deleuze: "El principio modulador de que los salarios deben corresponderse con los méritos tienta incluso a la enseñanza pública: de hecho, igual que la empresa toma el relevo de la fábrica, la formación permanente tiende a sustituir al examen" (2006). Muchos dicen que hay que enseñarle o educar al algoritmo, pero creo que no se dan cuenta que, en realidad, es el algoritmo quien los educa a ellos, a largo plazo. Como dice Darin McNabb: "en la medida en que nuestro mundo sea el mundo feliz donde el placer rige la conducta, diría que ya hemos vendido nuestro alma a ese diablo".

Fotografía: Hafid León

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