Cuando las personas han perdido su identidad, su
manera de vivir, sus bailes y tradiciones, pierden su lengua, cuando pierden su
origen, no tienen nada.
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Sabia otomí
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Fotografía recuperada de twitter | Protesta por conmemoración de los 500 años de la caída de Tenochtitlan |
El término indígena se refiere a la
relación de poder, en la cual, se impone una ideología sobre otra, pero en
función de una conquista y opresión totalitaria. En esta formulación, las
ideologías no son una corriente filosófica o doctrinal, sino que estas
corrientes son parte de ellas. Más bien, supone la tradición de pensamiento:
teoría y praxis; que marcan la distinción entre culturas. Es por eso que la
conquista y opresión no pueden ser pensadas únicamente en términos militares,
sino también en términos económicos, políticos, religiosos o pedagógicos. Pero
de forma totalitaria, es decir, que buscará o destruir a esa ideología oprimida
por vía de los términos ya mencionados, o imponer su visión de las cosas
[ideología] a los conquistados, que en última instancia resulta en la
destrucción de la ideología oprimida.
Sin
embargo, esta relación de poder de una ideología oprimida respecto de su
ideología opresora es de resistencia a esa totalitarización ideológica. Así, el
indígena no es indígena por su idioma, sus creencias o por su particular forma
de ver el mundo [incluso por la ingenua clasificación por purezas de sangre];
sino por resistir a la destrucción de su ideología por parte de su opresor.
Estas afirmaciones nos permiten visualizar las prácticas de colonización y decolonización
tanto actuales como hace 500 años.
Como
afirma Puto Mikel, la colonia española creó centros de educación para la
población dominada [mayormente a las clases altas de esas poblaciones], pero
“el objetivo de crear esta educación superior, sobretodo en el siglo XVI, fue
tener centros donde se pudiese enseñar teología, para así favorecer la
conversión y evangelización de los indios, y lo mismo ocurre con enseñar
náhuatl o redactar una gramática de la lengua náhuatl: es más fácil convertir a
los indígenas si entienden lo que estás diciendo”. Esta práctica, que Enrique
Dussel rescata de un amigo suyo, es la sucursalera:
ponen una sucursal de un pensamiento o ideología y la distribuyen, haciendo a
los colonizados alienados mentales. En otras palabras, en la colonización, los
colonizadores instauran su ideología en los colonizados para alienarlos y
convertirlos [y sumarlos] a su ideología, haciendo que estos alienados sigan
replicando y distribuyendo dicha ideología.
Por
esto es que muchos afirman que la colonia no se ha terminado y que la
colonización sigue en curso [y por ello debemos seguir luchando en favor de la
resistencia]. Esta práctica sucursalera sigue operando: el Estado mexicano
instaura su escuela [sucursal] en un poblado, muchas veces con el pretexto de
enseñar la lengua de la comunidad [como muchos casos documentados del Instituto
Lingüístico de Verano], pero transformando a esta lengua en una traducción fiel
de los pensamientos occidentales, y así, lejos de enseñar el conocimiento
tradicional de la comunidad la lengua es usada como una herramienta más de
opresión y destrucción de saberes, una vez más: “es más fácil convertir a los
indígenas cuando entienden lo que estás diciendo”, incluso mejor, si creen que
les estás ayudando a preservar su conocimiento [cuando claramente no]; así esta
sucursal aliena a sus alumnos y estos distribuyen el pensamiento colonial,
adoptan la ideología del opresor y se convierten en un opresor más destruyendo
la ideología oprimida, y con ello toda su tradición filosófica, la acusan de
herejía, pensamiento inferior o inservible. Esta es la voz que encuentro cuando
en mi propia comunidad escucho gente diciendo que los antiguos prehispánicos
eran ignorantes, sin cultura, sin saberes, inferiores… o cuando una tejedora
captada por el Estado afirma que su abuela, quien le dio la técnica de la que
se jacta y con la que se regodea de gloria, era una ignorante que no sabía de
nada y que no sabía del correcto uso del tejido como sí lo sabía el gobernante
de turno que la convenció de que la ideología del Estado era superior a la de
su abuela indígena.
Con
esto dicho, quiero entrever a la lucha Tlaxcalteca como una de las primeras
[sino que la primera] lucha indígena y la primer sucursal occidental en
Mesoamérica. Mientras se libraban las batallas por Tenochtitlan, grupos
Tlaxcaltecas visualizaron la real problemática: la amenaza a su ideología, a su
tradición, filosofía, lengua, costumbres, tradiciones… De esta forma lo expone
Pedro Salmerón
Mientras los españoles y sus amigos
recorrían de Tlacopan a Otumba y se enfrentaban ahí a la coalición mexica,
Cuitlahuac había enviado mensajeros a Tlaxcala, así dijeron: “Sabeis que los
españoles en todo son muy deferentes de nosotros, introducen una nueva religión
de que nuestros dioses están muy enojados, nos quieren dar otras leyes y manera
de vivir, usurpan nuestras haciendas, fuerzan a nuestras hijas y mujeres,
derrocan a nuestros ídolos, hacen justicia públicamente como si fueran señores
de la tierra, aprehendieron al emperador Moctezuma y murió por su causa, y poco
a poco pretendían enseñoriarse de nuestras personas”. Encontraron eco en
Tlaxcala los embajadores de Ciutlahuac, pero al final se impuso al partido
pro-español que los recibió.
Acierta Salmerón
al calificar a estas dos facciones como pro y anti español. Pues vemos que el
primer grupo adopta la ideología española y acepta la destrucción de la propia,
mientras que el segundo se resiste a tal destrucción; este último es
propiamente indígena, ya que mira la amenaza a su ideología por parte de otra
ideología y la defiende, se opone frente a la sucursal. El pueblo Tlaxcalteca
se divide en dos [no de manera positiva, sino metafóricamente]: entre quienes traicionan por resolver lo urgente y quienes
tradicionan [“la palabra traición viene del latín traditio, traditionis (entrega, transmisión), que también nos da
tradición en el lenguaje culto. Mientras tradición se especializa en significar
lo que se entrega o transmite de una generación a otra, traición designa la
entrega de algo o alguien al otro bando, al enemigo”1]
por priorizar lo importante sobre lo urgente. Esta lucha indígena Tlaxcalteca
nos enseña que la lucha no puede entenderse si no priorizamos lo importante:
nuestra tradición de pensamiento, artística, lingüística; sobre lo urgente: el
puesto político, status social, poder
monetario. Porque como dijo la sabia otomí: si perdemos nuestro origen no
tenemos nada.
Conclusiones:
En defensa del indigenismo
Ante la cada vez más presente exotización y venta de lo indígena como atractivo turístico por parte de quienes se dicen indigenistas, de quienes toman la bandera de la identidad indígena como certificado de voz de autoridad; el indigenismo se muestra como una decadente comercialización de la cultura, lejos de buscar la reivindicación de los pueblos se les calla y vende como un artículo vacío de consumo, se olvida de los clásicos para obtener de sus expresiones la mayor ganancia posible; el indigenismo se convierte en una desmemoria en favor del mero maquillaje estético, la venta de souvenirs y fotos para redes sociales, la prostitución de aquello que tanta sangre y sufrimiento ha requerido para salvar, le falta el respeto a esos “ancestros” a los que se refiere para aprobar su opinión a cambio de unas monedas. Si lo indígena lo entendemos a partir de una tradición filosófica, quizá sea pertinente hacer un análogo [o bien calca] del discurso en defensa de la filosofía que hace E. Castro. Debemos, entonces, poner esto en cuestión: ¿En defensa del indigenismo? ¡Pasemos a la ofensiva! Debemos reivindicar a las culturas frente al sistema que las oprime, pero también ante al sistema interno que las desprestigia y replica la opresión. La ofensiva debe ser en doble sentido: un frente ante lo externo que se interna, como ante lo interno que estanca, la taxidermia que pretende conservar un cadáver de lo que hoy es detrás de una vitrina.
No se debe, pues, enseñar lo que hay como algo inamovible y regurgitando lo mismo, sino que hay que enseñar lo que hay y lo que fue como forma de entender lo nuevo, porque como dijo Confucio: "quien revisando lo viejo conoce lo nuevo, es apto para ser un maestro". Por lo tanto, no es suficiente con hablar un idioma minorizado o hacer mil presentaciones de música o escritos de culturas minorizadas si al final lo que se consigue es cooptar estas expresiones al servicio de la colonia, desprestigiando al conocimiento del indígena; sino que es necesario regresar a los temas mismos, a la tradición desde la cual se puede conocer lo nuevo. Es por eso que la reflexión se torna difícil cuando debemos cuestionar aquello que desde fuera llega a nosotros y, aún más, cuando debemos cuestionar cuánto de lo que cuestionamos hay en nosotros. En efecto, la supervivencia de lo indígena depende de cuanta gente, más allá del Estado y las Empresas, haya aportando y apoyándolo, es por esto que las voces indígenas profesan que la lucha indígena o es siempre comunitaria o no es.
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