Trataba de expresar una idea y no encontraba la palabra que necesitaba, aunque la tuviera en la punta de la lengua. Primero le pasó con el café, luego con los lugares, hasta que olvidó cómo hacer una raíz cuadrada. Adriana comenzaba a sufrir síntomas Alzheimer, pero no lo sabía.
Recuperada: Printerest.com.au |
En colaboración de Astrid Orozco y Luis Islas
Adriana siempre había tenido un gran amor por el conocimiento y la enseñanza, así que fue la razón por la que estudió Pedagogía en la Universidad Nacional Autónoma de México y en el año 1997, a la edad de 39 años comenzó a laborar en una secundaria pública ubicada al sur de la Ciudad de México, en la delegación Tlalpan, actualmente alcaldía.
Después de casi 20 años de trabajo quiso pedir su jubilación, pero le fue negada, debido a que le faltaban ocho años más. A pesar de que su pasión era dar clases, ya no aguantaba las burlas por parte de sus alumnos con las que se tenía que enfrentar por olvidar las cosas o tratar de recordarlas a media clase. La directora de la escuela no le permitía trabajar menos horas a pesar de haberlo solicitado, en el seguro no accedían a tomarle estudios, porque los múltiples médicos con los que fue le negaron ese derecho por atribuirle la causa a la enoxaparina. La frustración fue creciendo y con ella su problema.
Recuperada: elmundo.es |
Según la definición de la Organización Mundial de la Salud, el Alzheimer es una derivación de la demencia, la cual es una enfermedad neurodegenerativa que consiste en el deterioro de las funciones cognitivas de nuestro cerebro, es decir la capacidad para procesar el pensamiento, la cual afecta principalmente a las neuronas lo que provoca una degeneración y progresivamente la muerte de estas células.
Las personas que padecen esta enfermedad presentan un deterioro progresivo en la capacidad para procesar el pensamiento que va desde la memoria, orientación, lenguaje, aprendizaje hasta el cálculo.
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María del Carmen Cárdenas-Aguayo, titular del Laboratorio de Reprogramación Celular y Enfermedades Crónico-Degenerativas del Departamento de Fisiología de la Facultad de Medicina de la UNAM, alerta que se espera que en 2050 esta cifra se triplique en todo el orbe, es decir, afectará a 152 millones de personas.
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La soledad de la noche se ve en sus ojos que antes eran más abiertos y sin ojeras, la situación por la que ha pasado ha hecho que su esposo, Luis sea desplazado al sillón que se encuentra en la planta del primer piso, tapado con un cobertor.
Son las 6:00 am, Adriana se encuentra acostada en su habitación, a un costado de ella está su buró lleno de cajas y botecitos con distintas pastillas; suena el despertador y sabe gracias a una tablita que la acompaña a todas partes, que "pastillita del recuerdo" es la que le toca tomar.
Más tarde se dirige a la cocina a preparar el desayuno, por el momento viven solos. No recuerda el nombre del ingrediente con el que se prepara el café con leche, pero sí recuerda que extraña a su hijo que lleva seis meses sin vivir con ellos a causa de la cuarentena pero desea que esté en casa y todo vuelva a ser como antes.
Previo a cada comida tiene que tomar pastillas: la blanca para la depresión, la rojita para el problema de la sangre, la rosa para su estómago; debe comer a sus horas y tener una dieta que no incluya vegetales verdes y carnes rojas debido a las reacciones que esta le puede generar por la toma de medicamento. Esto a veces le molesta a la gente que no la conoce o no comprende su situación.
En una ocasión el hermano de su esposo se burlaba constantemente de ella y decía que le caía mal por las actitudes y todos los cuidados que deben atender si es que los llega a visitar.
Cree que canta bien, pero parece loca cantando y bailando en todos lados, no sé cómo no les da pena salir con ella.
A Adriana siempre le ha gustado cantar y bailar, iba al coro de la casa de cultura que está cerca de donde vive. Siempre en su casa o en su carro se escuchan canciones como 'La llorona', 'Dios no morirá', 'Pinotepa', 'La bruja' y gran variedad de música mexicana de concierto, que canta y baila, a pesar de estar perdiendo la memoria, las canciones y los ritmos no se le olvidan, a todos lados carga con una USB que tiene la música que le gusta y le pide a las personas si pueden ponerla.
Desde que era profesora su presencia siempre fue la de una mujer fuerte, inteligente, atrevida y amorosa. Cuando iba a los centros comerciales se bajaba de su carro mientras cantaba y bailaba, si entraba a una tienda y había música se dejaba llevar y su esposo la secundaba o le reconocía cuando había logrado una nueva nota al cantar. Esto era antes de que la enfermedad avanzara, ahora cuando baila o canta, Luis no lo celebra, su mirada de admiración cambió por una de desconcierto.
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Adriana no se separa del estilo que siempre la ha caracterizado: su cabello con tinte rojo oscuro y sus peinados chica ochentera, siempre hace recordar a Cindy Lauper; sus ojos delineados con colores metálicos, que van desde azules, dorados o inclusive verdes; su ropa con estampados y brillos de colores tan llamativos que no se puede apartar la vista; los grandes aretes y anillos, son parte de su personalidad extrovertida y segura.
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El trámite de su jubilación se logró, después de un año con ayuda de su esposo y de su hijo mayor, por el momento su Alzheimer no es agresivo, recuerda las fechas de los cumpleaños de sus seres queridos o fiestas importantes como la boda de su hermana, pero le cuesta trabajo recordar qué comió ayer o varias palabras que generalmente ocupaba. Podrá mantenerse así un tiempo considerable en el que la enfermedad avanza y sus familiares la dejan realizar sus actividades sola para que no se sienta inútil antes de que llegue a un punto en el que no pueda decidir por ella misma.
Por el momento, trata de convivir de la manera más normal posible con su familia. Todos están en la sala con juegos de mesa, por primera vez después de mucho tiempo toda su familia está unida y conviviendo, deciden que jugarán ‘Basta’ y al ofrecerle una hoja se niega a participar, porque le da un poco de vergüenza. El juego empieza y ella solo observa, cuando es hora de dar las respuestas, ella ríe con ellos pero a veces hace una pausa para hablar de su enfermedad o para preguntar qué significa una palabra que no recuerda.
No recibe respuesta, solo un intercambio de miradas incómodas que ya están acostumbradas al mismo diálogo. Adriana de repente entiende que es lo que está pasando y se queda ensimismada expresando ternura pero también un tanto desconcertada, parece que por momentos dejó de estar consciente y se pierde en sus pensamientos. Su familia continúa el juego y tratan de contestarle aunque a veces parece que la paciencia ya no alcanza.
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El olvido nos obliga a cuestionarnos sobre la existencia y la veracidad de las cosas. Si no lo podemos recordar, ¿qué tan seguros estamos de que en verdad sucedió? Este es uno de tantos cuestionamientos que se hacen las personas que padecen Alzheimer.
Recuerdo Foto: Luis Islas |
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