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Los Angeles Times |
A casi un año del surgimiento del SARS-CoV-2 en México, seguimos en la lucha para detener esta pandemia que no solo ha arrasado con miles de vidas sino además con sueños e ilusiones. Muchas otras desgracias porta esta terrible enfermedad: personas sin empleo, suicidios, aumento en la violencia doméstica y por supuesto la delincuencia.
Pese a estas situaciones y a la vulnerabilidad en la que nos
ha dejado el coronavirus, el ímpetu humano del
hacer no cesa. Si bien el escenario o lo que damos por hecho como normalidad cambió de un día
a otro, los seres humanos buscarán la rutina, ignorando el caos de su alrededor para llegar al confort de
continuar nuestra vida como si nada
pasara…
Para mayo cuando los números de personas
contagiadas no dejaba de incrementar y
los hospitales comenzaron a llenarse, las medidas sanitarias en México como la cuarentena y
distanciamiento social fueron tomadas
con seriedad por un número significativo de la población y con esto poco a poco las cosas parecían mejorar y
muchas de las actividades pudieron ser
retomadas con las medidas de distanciamiento y uso de cubre bocas.
Sin embargo, las personas poco a poco fueron
ignorando que el peligro seguía latente y para finales de septiembre algunas
personas desistieron de las medidas sanitarias necesarias para evitar el
incremento de contagios, pese a las ya muchas advertencias las personas
decidieron no vivir la ‘’nueva normalidad’’
señalada por las autoridades gubernamentales. Un gran
número de la población continuó con sus
prácticas cotidianas, dejando atrás el sentido de empatía y alimentando cada
vez más la indiferencia.
Ahora ya es diciembre, la enfermedad no ha
dejado de causar estragos y los
contagios son el pan de cada día en la Ciudad de México. En realidad es el día
a día en los diferentes contextos ante la pandemia lo que está provocando los incrementos pues
cuestionarnos cosas como: ¿por qué el gobierno no logra parar la pandemia?, no nos dará la
solución para frenar la indiferencia de muchos. Aunque si bien un
déficit enorme que ha tenido el gobierno
de México ante esta pandemia es la falta
de cohesión social, debido a que la solución no solo está en las medidas sanitarias, también en la manera en que el
individuo está
accionando ante esta crisis.
No han podido parar los contagios ni pararán
si no nos damos cuenta que la importancia real no está en si la gente usa o no cubre bocas, el núcleo central
de este descontrol del accionar está en lo que las personas creen sobre lo que está pasando y cómo lo interiorizan para después tener una reacción ante un
escenario que nos envuelve a todas y
todos.
Es un error juzgar a las personas que se niegan a usar el cubre bocas de ignorantes
o inconscientes, porque ellos viven su
propia conciencia, muchas personas han aprendido a vivir en las calles, a vivir sin alguna parte de su
cuerpo, muchas tratan de seguir su vida
pese a que les haya cambiado drásticamente. Evidentemente
a esas personas que no usan cubre bocas, hacen
reuniones o prácticamente no acatan ninguna medida de prevención,
continúen como si nada pasara, ya que para las
personas no hay nada más importante que seguir con su realidad, aunque ésta esté sujeta a la realidad
exterior.
La vida no es la misma para todos y no todos vemos desde la
misma ventana, cada individuo actúa según la perspectiva que
tiene de sí mismo y del entorno social que
habita. Aunque esto suene a una justificación
no lo es, es solo un intento de encontrar solución a que todos nos
concienticemos en el mismo canal, lo
cual no se puede lograr si no encontramos condiciones para que todas
y todos sigan hegemónicamente las
medidas de prevención y digo
hegemónicamente porque solo así la
población logra un comportamiento
uniforme como el necesario para detener el incremento de contagios en la Ciudad de México.
Llegó este mes lleno de festejos navideños y religiosos, no pueden frenarse porque un virus esté contagiando a cientos de
personas, ante todo se interponen las ganas de seguir siendo y haciendo
lo que se inculcó, lo que se aprendió, el
riesgo de muerte puede esperar pero las
posadas solo se repiten cada año. O al menos esto es así para cientos de
mexicanos.
A su vez, se acerca el 12 de diciembre y las fiestas para la Virgen de Guadalupe no
pueden detenerse por un bicho considerado “inexistente” para muchos. En diferentes colonias de la ciudad ya se pueden ver las celebraciones y la indiferencia de muchas personas ante el virus, cada vez
más notoria, diciembre y la gente vive
ignorando que los hospitales se están saturando, ¿cuándo va a terminar? Es
una pregunta que hasta da miedo responder, pues
al parecer los mexicanos somos buenos sobreponiendo nuestra aferrada
idea de normalidad ante cualquier situación.
No es la primera vez que en el país nos adaptamos al peligro antes de intentar solucionar el problema y lo que conlleva, un ejemplo es el narcotráfico y cómo se ha adherido a la vida de las personas, siendo de esta forma menos contundente en lo cotidiano, así las personas pueden continuar como si nada pasara, sin embargo la violencia derivada del narcotráfico como el peligro del virus están ahí y estarán hasta que las personas tomen una posición de activismo para combatir la desgracia.
En México, se ha aceptado la pérdida de miles
de vidas por el coronavirus, por el
narcotráfico, por la pobreza, por la misoginia,
etc., con tal de seguir con la frívola
vida. Mas no se puede aceptar la imposición
del uso del cubre bocas o del distanciamiento social, porque ahí si en
lo individual este hecho se interpone en
la forma de vida de las personas.
Cuando un hecho afecta en el continuar del hacer individual podemos observar oposición ante la situación, a las personas no les gusta el cubre bocas porque les impone acatar una acción que transforma su hacer diario, en cambio sí un hospital está saturado y el individuo no lo necesita ¿qué más da para él si usa o no las medidas sanitarias?
Al parecer la falla está y estará en que muchas personas no
están dispuestas a que nada se interponga en el continuar de su hacer. La voluntad para frenar esta
pesadilla debe ser de todos. Para ello debemos
dejar de tratar de encontrar sentido a la practicidad de la vida y empezar a tomarle sentido a
través del encadenamiento de sucesos que realmente es, empezar a accionar hacia
lo colectivo, sin dejar lo individual sino
reforzándolo con un accionar en pro de armonizar el contexto completo.
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