Foto: El Lector Fisgón.
El 30 de septiembre de 1868 se publicó por primera vez el libro que introdujo a la literatura la historia de Meg, Jo, Beth y Amy March; historia que se convirtió en todo un hito en la Gran Bretaña del siglo XIX. Vendiendo más de dos mil copias, comenzó a formar generaciones de jovencitas que comenzaron a ver como modelos a las hermanas. Sin embargo, no todo fue tan sencillo.
Si bien, casi inmediatamente después de la publicación de Mujercitas, a Louisa May Alcott le comenzaron a llover cartas pidiendo una continuación de la historia -que fue publicada bajo el nombre Aquellas Mujercitas o Buenas Esposas-; hacia la década de 1880 las editoriales comenzaron a pedirle a la autora que quitara o censurara ciertas partes de la historia… que hiciera la historia más acorde a la época y sus tradiciones.
Esta censura contribuyó a la idea que permaneció en las generaciones del porvenir sobre los temas de los que trataba la novela: se subestimó calificándola como insustancial, sentimental, y se le comenzó a tachar como una novela exclusiva de mujeres, sin importar que ya fuese considerada un clásico de la literatura universal.
Y aún a pesar de los pasajes y mensajes “perdidos”, el libro consiguió hacer que las niñas que lo leían consiguieran ver la libertad a la que podían aspirar - especialmente debido al personaje de Jo. Fue solo hasta el siglo XX que se comenzó a publicar la versión original en inglés y otras lenguas, y no fue hasta el 2004 que se editó la versión en español para enmendar dicho error.
No cabe duda que May Alcott retrató perfectamente las alegrías, los miedos y cuestionamientos que se hacen presentes en el paso de la infancia a la adultez a través de cuatro personajes con los cuales millones de personas a través de diferentes generaciones se han podido identificar. Y no obstante, aún existe ese viejo prejuicio hacia la historia.
Se le sigue intentando colocar etiquetas que no se cuestionan en cualquier otro libro; lo que es más, etiquetas que la misma Jo March -ciertamente el personaje que más resalta- va rompiendo a lo largo del libro.
En el El Legado de Mujercitas, Anne Boyd Rioux incita a cuestionar la imposición sobre si es un texto exclusivo para mujeres: “es un valioso texto para ayudar a los lectores -sean jóvenes o viejos, hombres o mujeres- de pensar los complejos problemas de la formación de la identidad y el lugar que ocupa el género en nuestro desarrollo”.
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