Solamente tenía 18 años, 6 meses y 15 días cuando debutó con la selección de Portugal: el resto es historia. 165 partidos y 101 goles después, Cristiano celebra la centena de dianas para la escuadra nacional a sus 35 años, ya consagrado como leyenda del futbol mundial.
Superarse cada partido, esa ha sido la constante de CR7 desde que portó la camiseta de su país, logró hacer de una selección poco trascendente en el plano internacional en una competitiva e incluso ganadora durante los años que ha vestido los colores de su país. Aquel muchacho de Madeira que asombró a Sir Alex Ferguson se convirtió en la máxima figura del balompié de su nación, rompiendo récords a diestra y siniestra año con año.
Es absurdo tratar de dimensionar lo que significa Cristiano para la historia del futbol mundial ahora, hay que esperar, ser pacientes y en el futuro voltearemos hacia atrás para recordar la época en que el número 7 derrumbó marcas y ganó títulos uno tras otro hasta hacerse costumbre.
Ahora lo tenemos, y aunque se le reconoce todo lo obtenido, no lo hemos magnificado todavía. Lo de menos son los 101 goles, son solo un número más que quizá quedará como una anécdota para sus nietos. Cristiano será el abuelo más entretenido de todos. Podrá contar cómo llevó a la selección al mundial de Brasil 2014 cargado con su equipo en contra de la Suecia de Zlatan, o cuando marcó un triplete contra España en Rusia 2018, cuando parecía que los portugueses caerían en su debut mundialista.
O quizá, en algún viaje con su numerosa familia, recordará cuando lesionado, desde la banda y fungiendo casi como entrenador, el seleccionado de Portugal ganó la Eurocopa en 2016 en la que llegaron a la final gracias a un torneo portentoso del capitán. O podrá decir que heredó el número 7 de Figo, uno de los más grandes. Alguna tarde, estoy seguro, se acordará de aquella noche cuando ganó la Nations League contra Holanda.
No importa a qué equipo se apoye, o de qué país se provenga, no se puede dejar de reconocer la capacidad atlética, mental y futbolística de un jugador que está en la plática de los mejores de la historia. Determinar si es el mejor es debate de otro día; hoy, es momento para disfrutar lo que nos queda del que en un futuro será el mejor abuelo del mundo.
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