Desde
su nacimiento, el cine ha logrado envolvernos, transportarnos, cuestionarnos,
ser una experiencia íntima a la vez que comunitaria. Pocas vivencias tienen la
capacidad de ser tan profundas y dejar una huella indeleble en una persona y,
como en las mejores de las obras artísticas, tener la facultad de ser
comprendidas de forma distinta dependiendo del espectador o el momento en que
sean vistas.
El
cine es no sólo un arte, sino el epítome de todas las Bellas Artes. Es la quintaesencia
definitoria del arte, porque se nutre de todas las anteriores para lograr un
resultado más elevado. En el cine, podemos ver reflejada la realidad y la
condición humana, al mismo tiempo que proyectamos nuestros sueños, fantasías y
distopías. Con un punto más a favor: ninguna otra expresión artística ha sido
tan asequible como lo es el cine.
La
influencia de la pintura en él va mucho más allá de la historias sobre la vida de los
pintores, la podemos apreciar desde el diseño de los títulos o los posters y
hasta técnicas tan importantes como el manejo de la luz, los encuadres y
profundidades. La arquitectura y la escultura son perfectamente visibles y
comprensibles a través de la dirección de arte o construcción de escenografías.
La literatura está claramente en la estructura
narrativa de una película y en la creación de la historia en sí misma. La danza
y la música han ido de la mano con el quehacer cinematográfico desde su
nacimiento y mucho más aún a partir de la incorporación del sonido en 1927.
Cuéntame tu Vida (Spellbound, Alfred Hitchcock, 1945)
Plasticidad y técnica. Estructura. Todo al servicio de una sola expresión artística. No hay innovación tecnológica, científica o artística que no sea incorporada al arte de hacer películas.
Ahora,
tenemos varios dilemas ante nosotros, ¿es todo el cine un arte? ¿Todas las
películas son arte? La respuesta resulta simple: no. Así como no todos los
dibujos son arte, ni todas las construcciones son obras artísticas. ¿Pero en
qué medida debe ser esto importante para decidir qué película ver? ¿Qué importa
todo esto cuando no cambia el cómo me hizo sentir una película en especial?
“Amor sin Barreras” (West Side Story, Robert Wise & Jerome Robbins, 1961)
Entonces, ¿por qué o para qué escribir sobre cine?
Porque hablar de cine es hablar de todo y porque todo cabe y acaba en el cine.
Desde el nuevo lanzamiento de Netflix, hasta esa película en blanco y negro que debo darme la oportunidad de conocer, ya que hablar o leer sobre cine hacen más intensa la experiencia de haber visto una película, nos lleva a veces a comprender cosas más profundas de un film o a ver lo que pasamos por alto y, mejor aún, nos incita a ver más y más películas.
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