En esta nueva
sociedad, existe nula tolerancia hacia temas muchas veces subjetivos, pero
también a temas de más trascendencia como el racismo, el sexismo o la
homofobia, creando una inmediata amenaza de boicot y señalamientos hacia
cualquier producción que atente contra los valores autoimpuestos.
Estos llamados a
veces son justificados y otras tantas llegan a ser ridículos, pero más allá de
su validez, nos han llevado a vivir en una nueva cultura de la auto-censura, buscando
eliminar cualquier tipo de disidencia, vetando y señalando por igual a obras y
autores, a películas actuales o a clásicos creados décadas atrás. Básicamente
retando la pertinencia de cualquier desvío de las normas y las buenas
costumbres.
Los efectos de esta
nueva renovación moral, nos recuerda cómo la industria del cine enfrentó una
crisis similar hace cerca de 90 años, misma que terminó con la creación del
Código Hays.
“¿Qué es lo que fue? Lo mismo que será. ¿Qué es lo que ha sido hecho? Lo mismo que se hará; y no hay nada nuevo bajo el sol”.
Antes de esta
época, existía una mínima o nula censura al contenido que podía ser mostrado en
una película. Hollywood mismo había ganado una reputación de ser liberal y
permitir conductas escandalosas.
Hacia los años
treinta, los estudios se enfrentaban a una crisis económica. Los efectos de la
Gran Depresión 1929 se sentían fuertemente en Hollywood, que ávido de atraer
gente a los cines, comenzó a mostrar cada vez escenas más explícitas de sexo,
violencia y consumo de alcohol. Las grandes películas de gangsters atraían a
las masas, mientras que las películas cargadas de erotismo explícito o
temáticas religiosas, fácilmente se convertían en grandes éxitos.
Ante la drástica disminución de audiencia y la amenaza de una intervención por parte del Gobierno a través de nuevas Leyes, los principales productores prefirieron auto regularse con la creación de la Asociación de Productores Cinematográficos de América (MPPDA, por sus siglas en inglés), quedando como su Presidente un abogado cercano al gobierno y con reputación intachable: Will Hays.
Hays, en conjunto
con las autoridades Católicas, publicaron en 1930 el Código de Producción,
conocido como Código Hays, en el cual se especificaba qué era aceptable para
mostrar al público y qué resultaba inadmisible. Dicho reglamento entró en vigor
de manera obligatoria a partir de 1934 y rigió cada una de las producciones
estadounidenses hasta su derogación en 1964. Toda película que quisiera ser
producida y exhibida debía contar con el sello de aprobación por parte de la
MPPDA, quien leía cuidadosamente cada página del guión, supervisaba las
grabaciones, el vestuario, la publicidad y validaba el resultado final.
El código puso estrictas limitaciones en cuanto a mostrar imágenes de violencia, sexo, bailes indecentes, crimen, así como al consumo de alcohol y drogas. Por contraparte, invitaba a reforzar los conceptos de patriotismo, cumplimiento de las leyes, valores morales y religiosos.
Durante esta época,
por ejemplo, ninguna pareja (aun estando casados) podía compartir la misma
cama, toda actividad delictiva debía terminar castigada o en tragedia y ningún
símbolo o autoridades religiosas podían ser representadas de forma negativa ni
graciosa.
En consecuencia y para evitar la censura, muchos cineastas idearon códigos y formas eufemísticas para dar a entender qué era lo que sucedía en una escena sin necesidad de mostrarlo. Muchos clásicos del cine surgieron durante este periodo, que estuvo lleno de inventiva e imaginación. Provocó también el auge del cine independiente e impulsó la distribución de películas europeas, que no estaban obligadas a cumplir con el Código.
Hacia los años 50 y
60, el Código perdió relevancia artística y cultural, la sociedad y la idea de
liberación demandaban el fin de la censura. Misma que llegó de la mano de la
Suprema Corte, quien avaló el cambio, sustituyendo el Código con el sistema de
calificaciones (Ratings), que hasta la fecha valora la conveniencia de las
películas para ciertas audiencias, basándose en su contenido.
En México, este sistema se adaptó clasificando las películas como:
AA – Todo público
A – Todo Público,
sugerido para mayores de 6 años
B – Mayores de 12
años, menores con supervisión.
B15 – Mayores de 15
años, menores con supervisión
C – Restrictiva,
sólo para mayores de edad.
D – Restricta a
mayores de edad, con contenido explícito.
Los movimientos
#MeeToo y #BlackLivesMatter han logrado avances sociales importantes, convirtiéndose
en fuerzas impulsoras de serios cambios en el cine y obligando a la industria a
replantear lo que es conveniente reflejar y lo que no.
Podemos mirar al pasado
del cine, sus éxitos y fracasos, para abrir el debate sobre cómo proceder sin
caer en extremos con prohibiciones ni inhibir la creación de grandes películas.
¿Cuál es tu opinión? ¿Deberíamos promover la creación de un nuevo Código? ¿O deben los creadores tener la libertad de expresar libremente cualquier tema en pantalla?
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