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¿Cómo cambiará la forma en que vemos cine? ¿Está muriendo el cine como lo conocemos?

    Amélie (Le Fabuleux Destin d'Amélie Poulain, Jean-Pierre Jeunet, 2001)


Es un dato de conocimiento universal que la actual pandemia por la que atravesamos ha modificado, o en todo caso, acelerado el cambio en nuestros hábitos de consumo. Las cifras de compras por internet crecieron exponencialmente, de una manera impresionante.

 

Uno de los hábitos que estaba en plena evolución y que se ha visto acelerado, era la forma en que vemos películas, el ritual de ir al cine a disfrutar del más reciente estreno.

 

Desde hace un par de años, Netflix ha puesto en jaque a las cadenas de exhibición en todo el Mundo, ofreciendo la opción de ver películas relativamente recientes en su catálogo, llevando al límite la competencia al tener producciones originales que son elogiadas por el público y aclamadas por la crítica.

 

Ahora, Disney ha anunciado que dejaría de exhibir el live action de “Mulan” en cines, prefiriendo ponerlo en su nueva plataforma de streaming Disney+, dando un golpe que podría resultar mortal a la antigua noción de lo que es el cine y cómo debe disfrutarse.

 

Pero ¿qué es lo que buscamos en la experiencia de ir al cine? ¿Por qué la estamos sustituyendo? ¿Se acerca el fin de la exhibición en complejos de cine?

 

Ir al cine es una manera de estar juntos. Desde el momento en que debemos ponernos de acuerdo sobre qué película ver, investigar en qué cine y horarios se proyecta, acomodar toda nuestra agenda para llegar en tiempo a la función, elegir los asientos (todos tenemos nuestra zona preferida) e incluso comprar las palomitas o lo que sea que vayamos a consumir dentro de la sala.

 

Hay un mundo de diferencia entre la experiencia de ir al cine solo, ir con la pareja, con amigos o con la familia. Pero en todos estos casos se trata de momentos de trascendencia en un nivel social y personal. Sólo en el cine podemos desconectarnos durante un par de horas de todo lo que sucede en nuestra vida y a nuestro alrededor. Estar en una sala oscura rodeado de gente mayormente desconocida, pero experimentando las mismas emociones, es un sentimiento difícilmente equiparable con algo más.


    La La Land (Damien Chazelle, 2016) 


Sin embargo, los tiempos cambian. Y las empresas buscan adaptarse a los nuevos hábitos de consumo, o incluso logran imponerlos. Las ideas de progreso y modernidad nos orillan a buscar hacer más sencilla nuestra vida, a buscar hacer lo más posible con nuestro (ya de por sí reducido) tiempo libre. A buscar la mayor comodidad con el menor gasto posible.

 

Y es que, por más atractiva que sea la idea de ir al cine, es un gusto cada vez más caro, ya sea al invitar a la pareja o al llevar a la familia completa. Desde la compra de los boletos, el transporte y hasta el gasto en la dulcería. Implica dedicar una buena porción de nuestro día y una parte considerable de nuestro presupuesto.

 

Cada vez es más atractivo contratar una plataforma de streaming y la comodidad de quedarnos en casa teniendo a nuestra disposición un catálogo de películas amplio es tentadora. La oferta es variada y cada día parece surgir una nueva app para poder acceder a contenido desde la comodidad de nuestra sala o incluso nuestras camas.

 

Las grandes productoras de cine han elegido colocar sus nuevos contenidos en sus propios servicios de streaming, buscando volverse más atractivas para atraer nuevos suscriptores y hacer frente a los contenidos (originales o no) de sus competidores.

 

Esto nos lleva a formularnos una pregunta: ¿es realmente más económico ver las películas desde casa?

 

Aun cuando hoy hay más opciones que nunca para ver películas, irónicamente estamos limitados. Las suscripciones que se deben pagar, aunque sean un gasto accesible, deben ser acumuladas. Es un concepto económico muy básico: las personas tenemos un ingreso máximo y un límite de gastos en un fin determinado, definido por ese mismo nivel de ingreso. ¿Cuántas plataformas puede alguien contratar y pagar razonablemente?

 

Amazon Prime, más Netflix, más Disney+, más HBO Go, más Apple TV, más la televisión por cable, incrementando además el gasto del servicio de internet y, quizás, otros gastos similares como Spotify. Eso, a la espera de nuevos oferentes como Hulu, The Criterion Channel, SundanceTV, Sling, Shudder, entre otros que aún no llegan a México.


 


Claro que se puede elegir tener sólo una de estas plataformas, pero dado que el contenido es muy variado y cada vez más especializado, la pregunta entonces se convierte en ¿cuál elegir? ¿Qué plataforma me ofrece más?

 

Sin embargo, aun pagando cerca de mil pesos al mes, puedo ver muchas horas de contenido, mientras que al ir al cine, gasto los mismos mil pesos en apenas una o dos películas.

 

El cambio y la competencia no es algo nuevo para la industria del cine. A través de su historia se ha enfrentado a esta disyuntiva en al menos dos ocasiones. La primera de ellas fue en los años cincuenta, con la llegada de la televisión, en un caso muy similar al actual.

 

La respuesta fue ofrecer lo que la televisión en el hogar no podía: grandes producciones en formatos que el aparato de la sala no podía replicar, imágenes amplias y de gran definición como VistaVision o CinemaScope, que superaban la capacidad cuadrada de los televisores. El uso del Technicolor fue la gran diferencia, ya que las televisiones en esa época únicamente eran en Blanco y Negro. Los técnicos del cine fueron incluso más lejos al ofrecer otra alternativa, con las primeras películas en 3D.

 

Los grandes estudios comprendieron el enorme potencial del nuevo medio y compraron cadenas o vendieron sus catálogos para ser exhibidos en TV. Como tiro de gracia, las grandes películas no podían ser exhibidas sino hasta años después de haber salido en cines, lo que se conoce como Ventana de Exhibición.

 



La segunda gran amenaza para el cine fue menor. La llegada del Home Video con nuevos formatos como BetaMax, VHS, Laserdisc, con sus evoluciones a DVD y Blu-Ray, también llegaron a representar una amenaza para la industria del cine, pero sin afectar la manera tradicional de exhibición, ya que aun cuando mucha gente prefería quedarse en casa, tenía que esperar al menos seis meses o un año para que la nueva producción pudiese estar disponible en estos formatos.

 

La gran diferencia entre estas dos etapas anteriores y la actual es una muy trascendental: las plataformas digitales están ofreciendo contenido original. Las ventanas de exhibición se eliminan y se ofrece la opción, al mismo tiempo, de ver una película en cine o en televisión (basta recordar el caso de “Roma” de Alfonso Cuarón).

 

Y no solo es contenido de alta calidad, sino que han logrado atraer a sus filas a grandes actores y directores a la vez que apuestan por contenido más arriesgado, fresco y original, dando voz a nuevos realizadores que, fuera del cine independiente, difícilmente pueden ver financiados sus proyectos.

 



Entonces, ¿cómo rescatar al cine tradicional? ¿Está condenado a sucumbir?

 

Las productoras y distribuidoras de películas deberán apostar a tener mejores opciones y a mejorar la experiencia de ir al cine. Ya de por sí las salas de cine han evolucionado hasta ofrecer un alto confort, butacas amplias y reclinables, sistemas de sonido incomparable. Pero se deben combinar dos factores para que el cine sobreviva:

 

Primero: los estudios deberán arriesgar más, mejorando la calidad de su oferta. Claro está que no deben dejar de producir el blockbuster de verano, pero deberán seguir produciendo a la par historias innovadoras y de calidad. Deben darnos una razón para elegir levantarnos del sillón, salir de casa e iniciar el ritual de ir al cine.

 

Segundo: nosotros, el público, el consumidor. Para aquellos que amamos el cine y la idea romántica de la sala oscura, sabemos que esta experiencia jamás podría ser sustituida por ver películas en casa. El cine es para verse en el cine. No importa qué tan sofisticada sea la pantalla y el equipo de sonido con el que se cuente. Ninguna película está diseñada para ser vista en una pantalla de televisión y mucho menos en la de un teléfono.

 

La última palabra la tienes tú. ¿Cuál prefieres?



    Cinema Paradiso (Nuovo Cinema Paradiso, Giuseppe Tornatore, 1988)

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