Déjalo que se muera, ya tiene 96 horas en coma
Excélsior
Michael Bentt nació en Londres en el año 1964, pero poco tiempo después, su familia se mudó a un suburbio de clase media en Nueva York.
Su padre había abandonado Jamaica para refugiarse en Inglaterra, donde se volvió un adicto por las apuestas y las peleas callejeras. Ahí también fue donde se obsesionó de manera casi enferma por el boxeo profesional.
Cada vez que Muhammad Ali subía al cuadrilátero, el viejo Bent obligaba al pequeño Michael a sentarse junto a él para ver las contiendas.
Alchetron
A Michael no le gustaba el boxeo, no le gustaba la violencia y, además, le parecía algo completamente inhumano.
Sin embargo, su padre lo obligó a entrar a concursos de aficionados infantiles.
A nivel amateur, Michael logró ser cinco veces campeón nacional de los Estados Unidos y aún cuando llegó al boxeo profesional, seguía bajo los duros entrenamientos de su padre.
Su primer pelea a nivel profesional la perdió de manera humillante frente a Jerry Jones -quien se había hecho peleador en la cárcel- en el primer asalto.
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Su padre le gritó sin control, por lo que cayó en una fuerte depresión.
Días después, en su cuarto, encontró una pistola en el cajón de su hermano y apuntó a su propia cabeza, pero no logró jalar del gatillo.
Finalmente, se resignó porque no sabía hacer otra cosa que no fuera boxear y más forzoso que por gusto propio, decidió entrenar para poder subsistir en el mundo de los puños. Ganó sus siguientes diez peleas de manera consecutiva y con esto obtuvo una oportunidad para enfrentar a Tommy Morrison, "el Mike Tyson blanco", derrotándolo en el primer round por vía KO y convirtiéndose en campeón de los pesos pesados.
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¿Y ahora qué?
Era lo que se preguntaba el ya consolidado Michael. Él seguía profundamente deprimido.
Dejó de entrenar por casi un año y en su primera defensa contra Herbie Hide, perdió por KO en el 7mo round.
Una vez en los vestidores, Michael se desmayó y fue trasladado al hospital.
Los médicos le encontraron un coágulo en el cerebro y el resultado final fue que él no podría volver a pelear.
Al escuchar esto, Michael, casi de manera milagrosa, despertó.
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¡Bendito Dios!
Luego de su recuperación, la vida de Michael cambió completamente. Ingresó en cursos de literatura y empezó a escribir artículos para la prensa deportiva.
Incursionó en la actuación y actualmente entrena a actores que deben interpretar boxeadores.
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