A tan solo unos meses para que empiece la justa olímpica en Tokio, se tiene que recordar uno de los episodios más tristes dentro de la
historia de los juegos olímpicos modernos.
Siendo la segunda vez que se celebran los juegos olímpicos
en Alemania, se esperaba que este evento fuera distinto al de hace tres
décadas, celebradas en Berlín, en donde ascendía el nacismo, bajo la sombra del
Führer, en esta ocasión bajo el lema “Die Heiteren Spiele” que se traduce
como “Los
juegos alegres”. En un intento por mejorar la reputación, el comité
organizador decide aceptar su pasado ante el mundo además de mostrar una cara
de madurez y un compromiso total con el evento.
Sin embargo, no estaban preparados para los acontecimientos
ocurridos el 5 de septiembre de 1972 donde 11 competidores israelíes
fueron asesinados en suelo olímpico.
Siendo las cuatro y media de la madrugada, cinco personas asociadas al grupo
terrorista Septiembre Negro, facción de la Organización para la Liberación
de Palestina, liderada por Yaser Arafat, escalaron la verja de dos metros que
protegía la villa olímpica. Estos integrantes iban vestidos como cualquiera de
los participantes dentro de la competición, con una pequeña diferencia de que
iban acompañados con una bolsa de basura en donde contenía armas que, al poco
rato, fueron ocupadas para entrar al edificio en donde se alojaba la selección
israelí.
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La policía vigila a los secuestradores de parte de la delegación israelí en Múnich 1972. |
Sin embargo, eso no impidió que, tiempo más tarde, dos de los veinte seleccionados israelíes fueran asesinados; siendo estos: el levantador de pesas, Yossef Romano, y el coach de lucha, Moshe Weinberg, cuya voz permitió que nueve de sus compatriotas pudieran huir.
No obstante, otros nueve competidores no corrieron con la
misma suerte. A cambio de su liberación, los terroristas pedían la excarcelación
de 200 prisioneros árabes detenidos en Israel. Las autoridades alemanas les
permitieron trasladarse con los rehenes a un aeropuerto militar de
Fürstenfeldbruck, desde donde los secuestradores esperaban abandonar el país.
Una vez en Fürstenfeldbruck, la policía
alemana, con poca experiencia en el asunto, abrió fuego contra los terroristas,
que hicieron estallar varias granadas. Después de varias horas de
enfrentamiento, provocaron así la muerte de todos los deportistas israelíes
secuestrados, un policía, un piloto, cinco de los ocho terroristas y los otros
tres fueron detenidos.
Tras la tragedia se celebró una ceremonia de honor a las victimas el día 6 de septiembre, al término de la ceremonia que tuvo lugar en el
Estadio Olímpico. El equipo israelí abandonó los Juegos y las autoridades
alemanas reforzaron al máximo las medidas de seguridad hasta la clausura del
certamen.
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