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En las letras de: Ignacio Manuel Altamirano


El autor de Clemencia y El Zarco tuvo una faceta amplia como literato

Como exponente del romanticismo, ofreció una mirada al México del siglo XIX


Su oficio principal iba orientado a la defensa de la ley como abogado. Sin embargo, su temple orientado al saber y la cultura lo llevó a la escritura de cuentos, novelas y poesía. Nacido en Tixtla, Guerrero el 13 de noviembre de 1834, Ignacio Manuel Altamirano Basilio provino de una familia indígena humilde, donde a pesar de que sus estudios iniciaron después de los catorce años, su rapidez en aprender a leer y escribir le dió reconocimiento como un estudiante ejemplar.

Tal actitud inspirada por sus profesores y colegas sembraron en Altamirano la convicción por defender la política. Apoyó la postura liberal del Presidente Benito Juárez. Intervino durante la década de 1850 en la guerra de reforma; y más tarde, en el conflicto desatado por la intervención francesa en 1863.

Todos estos acontecimientos le hicieron acreedor a varios méritos como Coronel y diputado del Congreso de la Unión. Con todo, siguió fungiendo como servidor público en 1867, siendo magistrado de la Suprema Corte de Justicia y cónsul en Europa, labor que fungió hacia los últimos años de su vida, falleciendo en San Remo, Italia en 1893.

Más allá de la política.
Su amor por sus raíces indígenas en México fue expuesto en mayor medida gracias a su pasión por la escritura. Como uno de los impulsores en la creación de publicaciones como El correo de México y El Renacimiento, Ignacio Manuel Altamirano apoyó la creación de escritos repletos de romanticismo.

Con la experiencia adquirida, en años posteriores no tardaría en publicar su primer trabajo novelístico: Clemencia (1868) considerada por muchos literatos e historiadores como la primera gran novela mexicana moderna.

Como un escritor prolijo, sus novelas han sido el aspecto más reconocido del autor. Desde Julia, La Navidad en las Montañas y El Zarco; cada una expresa enteramente la situación del país en la época de consolidación de la República: Desde los matices más alegres a los más profundos y oscuros de la realidad indígena que aún hoy podemos apreciar en comunidades rurales alejadas.

Rimas y poesía.
Con todo lo ya mencionado, es muy fácil pasar por alto su etapa como poeta, incluso por expertos que han relatado su vida. Y es que en una perspectiva amplia, obras como El Zarco llegan a palidecer sus demás trabajos, de entre los que destaca Rimas publicado en 1871, años antes de su primera novela.

En este trabajo desemboca su tinta para contarnos a través de la lírica poética una serie de paisajes y visiones del México en aquella época, enraizado en sus concepciones sobre el hombre, la patria y la vida cotidiana. Como ejemplo de ello está un fragmento del poema "La salida del sol".


Ya brotan del sol naciente
los primeros resplandores,
dorando las altas cimas
de los encumbrados montes.

Las neblinas de los valles
hacia las alturas corren,
y de las rocas se cuelgan
o en las cañadas se esconden.

En ascuas de oro convierten
del astro rey los fulgores,
del mar que duerme tranquilo

las mansas ondas salobres. [...]

Además, Ignacio Manuel Altamirano fue un escritor de cuentos, fomentó la educación y la cultura, y realizó aportes en materia de crítica literaria. Su notable contribución al país lo reconoció como un "Maestro". Era impensable que alguien dedicado a México permaneciera en Italia, por lo que posee un merecido lugar de descanso en la Rotonda de los hombres ilustres.


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