Fue su hermana de quien le adquirió el amor por la docencia; labor que mantendría intacta y a la par con sus escritos. Ejerció como maestra en la localidad de La Cantera y posteriormente trabajaría en la escuela Temuco, donde conocería a Pablo Neruda, amante de la literatura rusa. Para entonces, Gabriela se embriagaba con las letras de Tolstoi, Montaigne, Amado Nervo, entre otros.
Fue en el año de 1922 que Gabriela viajó a México por invitación de José Vasconcelos, entonces Ministro de Educación, por motivo de la Reforma Educativa y la creación de bibliotecas. En este lapso, fue publicado Desolación, texto de Mistral que daría pauta a su reconocimiento en diversos países.
Más tarde, adquirió el Premio Nobel de Literatura y posteriormente, por reconocimiento de su país natal, se le otorgó en 1957 el Premio Nacional de Literatura. Mismo año en el que moriría por causa de un cáncer de Pancreas.
Chile conserva ahora en el Archivo del Escritor de la Biblioteca Nacional un compendio documental de textos, escritos y demás archivos que comprenden una colección de 563 piezas de la vida y obra de la poeta.
El amor que calla
Si yo te odiara, mi odio te daría
en las palabras, rotundo y seguro;
¡pero te amo y mi amor no se confía
a este hablar de los hombres tan oscuro!
en las palabras, rotundo y seguro;
¡pero te amo y mi amor no se confía
a este hablar de los hombres tan oscuro!
Tú lo quisieras vuelto un alarido,
y viene de tan hondo que ha deshecho
su quemante raudal, desfallecido,
antes de la garganta, antes del pecho.
y viene de tan hondo que ha deshecho
su quemante raudal, desfallecido,
antes de la garganta, antes del pecho.
Estoy lo mismo que estanque colmado
y te parezco un surtidor inerte.
¡Todo por mi callar atribulado
que es más atroz que entrar en la muerte!
y te parezco un surtidor inerte.
¡Todo por mi callar atribulado
que es más atroz que entrar en la muerte!
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