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Opiniones desinformadas: Soluciones al huachicol

–Privatizar Pemex definitivamente es la solución. –Es el juicio que seguramente circula en la cabeza de cualquier persona informada y que no carece de una perspectiva pragmática ante la presencia de problemas, gente que aún tiene confianza en el sistema al que Andrés Manuel no se ha cansado de atacar y ve la solución en el esfuerzo que no le permite caer en la victimización.

Foto: Archivo El Universal

Si por un momento nos permitiésemos ver lo que nos ofrece la muy satanizada privatización nos percataríamos de los beneficios que nos ofrece terminar de vender nuestra empresa  a algún capitalista interesado en invertir en ella:

·         No más huachicoleo: Pues una vez que la empresa cae en manos de un inversionista es responsabilidad de él y no de El estado la seguridad de ésta; en otras palabras, ahora el capitalista puede usar su dinero para contratar un cuerpo de seguridad mucho mejor capacitado que nuestra policía ya muchas veces criticada por no poder ejercer su trabajo con profesionalismo ni con dignidad hacia los implicados o hacia ellos mismos.

·         Efectividad asegurada: Aquellos que están a favor de la privatización han sido acusados varias veces por sólo tener como meta la producción de dinero, en este caso no parece ser algo negativo pues, si el inversionista quiere asegurar las ganancias de su empresa debe convertir a ésta en una que sea capaz de competir con las demás asegurando su eficacia, ¿cómo? Mejorando su maquinaria y su servicio despidiendo gente que no cumpla con su trabajo y contratando a nueva que sí; en otras palabras, no habrá corrupción.

Basta con pensar en esos dos puntos para darle buena cara a algún capitalista comprometido en comprar y salvar a una de las petrolera con una deuda de más 2 billones 5 mil 800 millones de pesos. Sin embargo, como dije, esa es la solución de la gente pragmática: personas que si no pertenecen a la familia Slim, Larrea,  Baillères –u otra de las 13 familias que toman las decisiones de este país. –pertenecen a una clase media que surgió de la nada, no mucho, pero lo suficientemente lejos de la pobreza para vivir con la esperanza necesaria para creer en un neoliberalismo que nos prometió las riquezas de occidente, confiando que tarde o temprano los Estados Unidos Mexicanos  sean iguales, o mejores, que sus vecinos del norte; quienes, por cierto, suelen estar a la cabeza cuando se habla de liberalismo económico.

Si todo se ve tan prometedor, ¿por qué no vendemos Pemex a alguien que se comprometa en llevar la empresa mexicana a las calles del mundo? La respuesta de algunos es: Porque es nuestra empresa. Ridícula para otros, pero es algo que creo vale la pena considerar.

Viendo hacia un futuro, no me parece que esta decisión sea la que nos acerque más a la tan anhelada “modernidad”. En esta política neoliberal donde sólo existen naciones fuertes y subordinadas; desarrolladas y subdesarrolladas; independientes y semicoloniales, México no queda muy favorecido defendiéndose únicamente son su mano de obra y esperando que algún salvador venga a invertir en nuestra economía. A la larga, la compra de Petróleos Mexicanos no significa “ponernos en el mapa” sino perder lo que tal vez podría haberlo hecho, significa condenarnos a ser clientes de una cultura que ya ha pasado varias décadas enseñándonos cómo vivir, significa que Petróleos Mexicanos dejará de ser una empresa históricamente expropiada para darle a los mexicanos una petrolera que nosotros mantendríamos para darnos servicio a nosotros mismos, significa que Pemex será comprada por algún capital extranjero que no tendrá ninguna responsabilidad con nuestra nación. La privatización en una economía liberal, desde nuestras condiciones, significa ser cliente y jardín de recursos de alguna nación más fuerte.

Viéndolo de esta manera, debo reconocer el idealismo que tiene López Obrador al no rendirse e ir por el camino fácil, un idealismo muy alejado de un pragmatismo que sencillamente nos hubiera quitado una deuda muy grande que difícilmente desaparecerá pese a las acciones que se tomen, ya sea cerrar gasolineras o transportar gasolina a través de pipas en vez de utilizar los ductos que los huachicoleros utilizaban u otras opciones con tal de limpiar a una de las empresas más corruptas de México.

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