El sonido de la Ciudad de México
El oficio del organillero
Frente al centro del ombligo de la luna, se entremezclan los
sonidos de los transeúntes, el flujo de los automóviles y a lo lejos, como
surgiendo de la historia; remontando las memorias musicales del Porfiriato - en
su mayoría- y las serenatas de antaño: el organillo respira y
acompaña los murmullos de las nuevas generaciones que atraviesan las calles del Centro Histórico
de la Ciudad de México.
Pese al tiempo, este artilugio musical conserva fielmente su
posición en diferentes puntos; son rentados semanalmente y ocupan ese espacio heredado
para relucir las melodías. Un organillo tiene su propio compendio de ocho
canciones, y entre ellos varían los temas. A los oídos de Angélica María, quien
ha trabajado diecisiete años ayudando con la fuerza continua de sus brazos y la memoria del compás de las
canciones, a hacer respirar el organillo armoniosamente, la melodía más
apreciada es Cien Años y Candilejas.
El cuerpo de estos aparatos viene desde Alemania, sólo
algunos son chilenos y juntos conforman, al lado de sus aliados, la Unión de
organilleros de la Ciudad de México.
Por debajo, pueden contar con ruedas que facilitan su andar
por las calles para volver al sitio donde se resguardan: Donceles y Tepito- por
mencionar algunos- los que carecen de ellas, se deben cargar sobre la espalda
para transportarlos. Sobre su regazo, los organillos dejan descansar la gorra de quien les da voz al son de los
pasos presurosos de las personas, a quienes canta y a quienes también disfruta ver María.
Algunos de los transeúntes agradecen las melodías que los
acompañan varias calles a la redonda y hacen avivar más de un sentido, dejando
en la gorra algunas monedas. Otros pasan de largo, como ignorando la presencia
de la música y de la voz de la organillera que los invita a cooperar, ante la
ausencia del pequeño primate que recolectaba las propinas en los inicios de
este oficio. En su lugar, sólo se encuentra su figura inerte y a su vez, un
fragmento de nostalgia por el tiempo que se ha ido.
El horario de quienes manejan el instrumento es variado,
pero el silencio nunca se prolonga hasta que haya anochecido lo suficiente,
pues el son de este arte está estrechamente interconectado con la búsqueda del
águila devorando una serpiente.
Angélica María con el organillo Sofía Méndez,2018 |
Angélica María invitando a cooperar Sofía Méndez,2018 |
1 Comentarios
Excelente trabajo. Y una gran crónica, ojalá pueda ver más trabajos de su corresponsal
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